* Juan J. Suárez M. Medicina Interna-Hepatología. Profesor principal de Medicina-USFQ
Como introducción veamos algunos apuntes sobre la pandemia que sigue vigente. Se han confirmado nuevas cepas más contagiosas. Hemos tenido un rebrote con afectación grave incluso en personas más jóvenes. Hay saturación hospitalaria, lista de espera para camas de UCI y fatiga en el personal sanitario, frustrado incluso por no contar con los insumos necesarios. Al fin el COE decidió un nuevo confinamiento de 4 fines de semana luego del feriado de semana santa, que parece estar dando resultado, por la propia disciplina de la gente, a pesar de la falta de control efectivo. En el transporte público como siempre un desastre. No entiendo por qué no incluyeron el feriado próximo del 24 de mayo.
¿Por qué no se hizo lo mismo antes con los feriados de navidad, fin de año y carnaval? Supongo que fue imposible suspender o aplazar las elecciones.
Hace poco se reguló el precio de las distintas pruebas diagnósticas evitando el abuso en sus costes. Eso se debió haber dictaminado de inicio, como el precio de alcohol, gel y mascarillas protectoras. También los costes de mortuoria (ataúdes, cremación, entre otros) y los costes de hospitalización y estancia en UCI.
En nuestro país no funciona la competencia y libre demanda, solo la especulación, monopolios y abuso.
Que vergüenza que en este contexto las propias unidades médicas públicas se quejen de falta de insumos para el tratamiento de estos pacientes y exista un comercio negro de productos incluso falsificados.
Esto es ya un mal endémico de nuestra salud, que a nadie le importa y que parecería no tener solución.
Ahora revisemos lo que ha sucedido hasta aquí con la vacunación:
1. Me ha parecido indecente y poco gratificante ver a los países desarrollados tan insolidarios, acaparando vacuna incluso más de la necesaria. Habla muy mal de una conducta ética y humana en general de la raza humana (véase la situación de los palestinos frente a los israelitas).
EEUU y Canadá pudieron asumir la vacunación de Haití y algunos países de Centroamérica. La Comunidad Europea en su conjunto de los países africanos, y China, Rusia, Japón y Corea del Sur de otros tantos países pequeños y pobres de Asia
. (Ese gesto debió haber sido una propuesto por la OMS y hubiese dignificado al ser humano y alas grandes potencias económicas).
2. A nivel local, alarma conocer que no hubo un plan de vacunación elaborado como contraparte de un préstamo internacional especial para afrontar el gasto en vacunas; que el propio Presidente saliente explique que
“el plan estaba en la cabeza del Ministro”; que hayan pasado 4 ministros de salud (cada uno peor que el otro); que hayan existido los privilegiados, personas VIP y que una alta autoridad de este gobierno haya gestionado vacunas para un grupo privado supuestamente comprometidos con el servicio social con parafernalia incluida.
Solo nos debe avergonzar y concluir que no nos merecemos los gobernantes y dirigentes que tenemos. No hay que inventar el agua tibia. Pedimos ética, honestidad, mínimo sentido común, capacidad, eficiencia y efectividad, o por lo menos, que sigan las directrices de organismos internacionales o copien lo que se hace en otros países.
3. Hay que reconocer que
la vacunación actual en nuestro país va lenta y con una organización deficitaria que adolece de varios problemas:
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Falta de recursos previos para la compra anticipada de vacuna cuando estaban en investigación y desarrollo. Lo hicieron los países ricos, que ciertamente invirtieron en ello. Eso genero un privilegio de entrada en su abastecimiento.
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Falta de recursos económicos actuales, en medio de la crisis económica mundial, para comprar más vacunas, independiente de su origen, sin estigmas ideológicos. ¿Creen ustedes que ciertamente las vacunas chinas y rusas son inferiores? Dejen que la sociedad civil y los empresarios chicos y grandes ayuden con recursos (podrían depositarse en una cuenta nacional y hasta ser deducidos como gasto del ejercicio fiscal de este año y el próximo).
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Una vez abastecidos de vacuna, una incapacidad organizativa y logística de vacunación acelerada, multiplicando los centros de vacunación para mayor eficiencia, para evitar aglomeraciones y el riesgo de contagio (escuelas, colegios, universidades, brigadas y cuarteles militares, y policiales, hasta gremios. Todo esto sumado a la red de sub-centros, centros de salud, clínicas y hospitales de diversa complejidad del sistema público, del IESS y privado.
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Falta real de un plan de vacunación con cumplimiento irrestricto de prioridades. No era tan complicada la fase 0 y 1: ancianatos (escasos en nuestro país) y personal de salud (médicos, enfermeras, auxiliares, paramédicos, internos rotativos) a su vez con criterio de prioridad por su tipo de labor (primero: emergenciólogos, intensivistas, neumólogos, áreas de triaje y atención de pacientes con SARS-COV-2) y en base a la edad. Hoy recién se está autorizando la vacunación a otros grupos de riesgo, también prioritarios (pacientes con cáncer, inmunosupresión, enfermedades catastróficas, trasplantados), que antes fueron excluidos sin ninguna base racional ni científica. Me pregunto, ¿cómo van a retornar los estudiantes, de momento mayores de 16 años, las clases presenciales si los docentes a todo nivel no están vacunados y sus padres y abuelos también no lo están?
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Luego los policías, militares, transportistas y burócratas, todos ellos con un criterio de prioridad en base a parámetros muy simples (mayor riesgo de potencial contagio, comorbilidades y edad).
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Ya parece haber evidencia de la ausencia de riesgo para embarazadas y mujeres en lactancia, con la ventaja de protección para el neonato y recién nacido.
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Finalmente, apenas haya evidencia sólida de inocuidad, efectividad y seguridad habrá que vacunar a la población menor de 16 años, un número muy importante de la población escolar y no escolar, que permitirá el retorno a clases con seguridad.
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Es irracional el miedo a la vacuna y sus posibles efectos adversos, la mayoría y los más comunes banales y pasajeros (dolor en el sitio de inyección, cefalea, fiebre, dolor corporal), todos sub-sanables con un analgésico y anti-térmico simple. Existen pocos casos aislados de fenómenos trombóticos en mujeres menores de 50 años (seguro se descubrirá que tenían alguna comorbilidad de predisposición). Claro que por prudencia se justificó parar, analizar y verificar con vacuno-vigilancia la seguridad de dos de ellas (Astra-Séneca y Jhonson&Jhonson), pero han sido re-autorizadas en su uso con alguna recomendación selectiva. La posibilidad estadística de muerte por la infección por el virus es infinitamente superior a estos riesgos de algunas vacunas. En esta vacunación y en otras sigue siendo unos estigmas los grupos anti-vacuna, cuya opinión, aunque respetable, es errónea y peligrosamente proselitista negativa a través de redes sociales.
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Seguimos sin conocer la duración y alcance real de la protección. Somos capaces de medir la respuesta inmunitaria humoral con anticuerpos, pero no la inmunidad celular; parece ser más intensa en los infectados que en los vacunados. Desconocemos todavía la necesidad y el tiempo de refuerzos. Parecería que los infectados al menos de 6 meses atrás se beneficiarían de una dosis única de vacuna que eleve su seroprotección, pero no deberían ser prioritarios a menos que pertenezcan a grupo de riesgo o que los niveles de anticuerpos sean muy bajos o en franco descenso. La prueba de seroprotección post-vacunal debería ser obligatoria y gratuita en personal sanitario. Es un coste que si podría asumir a nivel privado quien tenga interés por saber su nivel de inmunidad.
Todavía tenemos que aprender mucho de esta pandemia y de este virus. Falta el procesamiento de mucha información acumulada, todavía no bien analizada.
Deseamos al nuevo Gobierno y a su autoridad de salud ya nombrada, que viene de la vertiente de Salud Pública,
todo el éxito y que pueda enrumbar el “Programa de vacunación contra el SARS-COV-2”y cumplir con la promesa ambiciosa anunciada por el Presidente electo.