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El error en la Medicina (2da parte)


Martes, 22 de octubre de 2019, a las 18:05
*Juan J. Suárez M. Medicina Interna-Hepatología. Profesor principal de Medicina-USFQ


El error en Medicina tiene que ver con nuestro Sistema de Salud, por sus fallas estructurales, “supuestamente único, integrado y universal”, con atávicos problemas no resueltos en su infraestructura insuficiente y/o mal distribuida (aunque hayamos mejorado); en los recursos diagnósticos muchas veces inadecuados en relación a la complejidad del centro; en la provisión inconstante e ineficiente de insumos y de medicamentos de calidad; y lo más importante, en el recurso humano, insuficiente, siempre insatisfecho y poco motivado por el escaso reconocimiento social e injusta remuneración en relación al esfuerzo. Todo esto repercute en la calidad asistencial y conlleva a errores, que dependen de varios factores como:

La casi inexistencia de un sistema de Certificación y  Re-certificación, que permita garantizar la calidad del médico formado en el país o fuera del mismo, que asegure sus competencias completas, para ejercer la profesión y la especialidad y que en el tiempo vaya demostrando su periódico progreso y permanente actualización. En otros países hay organismos independientes y especializados en ello, o esta labor ha sido delegada a Sociedades Científicas muy serias. Recién en nuestro país hemos empezado a realizarlo con los médicos graduados mediante un examen teórico. Esto claro que contribuye en el error. ¿debería ocurrir? ¡Parecería que no!

La absurda concentración de médicos y especialistas en las grandes ciudades que genera deficiencia en las pequeñas poblaciones de parroquias, cantones o ciertas cabeceras provinciales, y como consecuencia directa de ello, la congestión en unidades secundarias o terciarias, en los Servicios de Emergencias, Consulta Externa y Hospitalización de las grandes ciudades, que obligan, por el exceso de pacientes y restricción obligada del tiempo de  intervención, a una mala atención. Esto sin duda se suma para favorecer el cometimiento de muchos errores. ¡Se privilegia el número, la cantidad y no la calidad!

La ausencia total o parcial de protocolos de intervención, tanto en el diagnóstico como en el tratamiento, al menos en las enfermedades más prevalentes relacionadas con nuestra epidemiología, con la contribución voluntaria o exigencia obligatoria de la Academia a través de las Sociedades Científicas, otro causal que favorece el error. ¡Tienen que haber normativas y protocolos de intervención en salud!

La proliferación, en cierto modo velada, promovida y consentida de la Medicina Privada, como una alternativa con una supuesta mayor eficiencia y calidad, no siempre real. Esta práctica, en ocasiones, ligada a costes y estipendio de las instituciones y profesionales más altos distorsiona la práctica médica, la indicación de exámenes y procedimientos diagnósticos y de tratamientos en relación a las “Guías de Práctica Clínica” universalmente aceptadas en cada momento y para cada caso o  enfermedad. Esto exacerba el gasto y también  los errores. ¡Tiene que haber un Sistema Público de Salud rector y regulador!

En contraste con lo anterior, tampoco ha existido la visión racional de la concertación de servicios en forma transparente entre el sistema público y privado, para evitar el dispendio y duplicación innecesaria en procedimientos especiales de alta complejidad, no disponibles y quizás muy caros de implementar o mantener. ¿Por qué no? ¡Lo hacen todos los países con trasparencia y eficiencia!

La falta de estandarización y control oficial en la calidad en los recursos diagnósticos de exámenes de laboratorio e imagen con reportes tan disímiles y poco confiables, en especial provenientes de  provincias y zonas urbanas periféricas o marginales. Esto induce constantemente a la duda, a la repetición muchas veces innecesaria, al dispendio de recursos públicos y privados y al error consecuente. ¡Tiene que haber control eficaz!

La falta de controles básicos sobre venta de medicamentos sin receta y expendidos por el farmacéutico, promovidos por “revistas de corazón”, programas de radio y televisión, letreros en carreteras e incluso prensa escrita. Además, productos herbarios, incluso vendidos en la vía pública, de no probada eficacia (“la novelería de lo natural”) y otros de comercialización incluso agresiva con fuerzas de venta. ¿debería existir control y prohibirse? ¡Ahí solo existe marketing, propaganda, negocio y poco o nada de evidencia científica!

La dudosa calidad, variedad, cantidad y constante dotación de medicamentos, incluso genéricos por su menor coste, puede gravitar en falta de una adecuada respuesta terapéutica que sea interpretada como error del profesional. Solo la garantía de idoneidad de los mismos, mediante estudios de bio-equivalencia y bio-disponibilidad, en especial en grupos farmacológicos sensibles, pagados por las empresas ofertantes, pueden corregir esta causa. ¡Se privilegia siempre el coste y no la calidad!

La falta o insuficiente educación y promoción para la salud, tendiente a crear una cultura suficiente y adecuada para contrarrestar la propaganda que induce al gasto y el despilfarro en salud con compra innecesaria, incluso sin receta, de por ejemplo: vitaminas, suplementos alimentarios, supuestos protectores y muchos otros productos. En definitiva, que orienten al uso racional de medicamentos y a privilegiar la prevención antes que la curación. ¡Siempre es más barato prevenir que tratar!

Debemos convenir por lo analizado, que las deficiencias de nuestro Sistema de Salud claramente contribuyen o coadyuvan en el origen de errores en la práctica médica y que el Estado está obligado a corregirlos si quiere evitar o minimizar los mismos, en lugar de solo intentar perseguir y castigar su cometimiento.
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