Genética y Ciencia
Miércoles, 16 de enero de 2019, a las 12:28
* César Paz-y-Miño. Director del Centro de Investigación Genética y Genómica de la Universidad UTE
Hace unos días se difundió el ranking de universidades Ecuatorianas, realizado por la QS (Quacquarelli Symonds) y que evalúa entro otros parámetros: Reputación académica; Empleabilidad; Relación profesor/estudiante; Artículos publicados; Citaciones por artículo; Profesores con grado Ph.D.; Impacto en la web; y la Red internacional de investigación, que demuestran el compromiso institucional con la mejora continua y la excelencia.
Centrándonos en el ítem publicaciones, es importante hacer algunas reflexiones que deben ser extendidas a la acreditación nacional. Uno de los problemas que tiene el sistema de acreditación o evaluación de las universidades ecuatorianas es la ponderación de las publicaciones científicas, la ponderación que se otorga a las publicaciones y la clasificación que las universidades adquieren por la cantidad de artículos que producen o que supuestamente producen.
Algunas universidades para incrementar el número de publicaciones han buscado ciertos vericuetos para hacer presencia numérica de artículos, así por ejemplo, se contrata investigadores experimentados extranjeros, a los cuales se les exige publicar artículos científicos con filiación ecuatoriana, aunque las investigaciones no sean realizadas en el Ecuador, o se llega al cinismo de condicionar sus contratos a que publiquen sus trabajos del extranjero con afiliaciones a nombre de instituciones ecuatorianas.
Otra manera de elevar el número de publicaciones indexadas en el sistema Scopus y aparentemente más ético, es contar entre los investigadores de la institución nacional o de planta, con personas que pertenecen a instituciones internacionales y que realizan ciertos aportes, o pasantías, o visitas científicas a sus aliados centros extranjeros y luego preparan artículos científicos en nombre de la institución ecuatoriana, cuando no se han realizado las investigaciones en el Ecuador, pero en la publicaciones científica aparece la institución ecuatoriana como coautora del trabajo. Con esta metodología, se engorda el número de publicaciones válidas para acreditación, pero se viola el principio ético de originalidad. Existe una especie de contubernio científico entre los amigos extranjeros y los investigadores nacionales, que sin hacer mucho o nada, son coautores de trabajos científicos con filiaciones ecuatorianas.
El caso más extremo entre los generadores de artículos científicos que se muestran como propios, es el envío de muestras a países amigos o a científicos amigos, quienes las procesan, las analizan y los resultados son utilizados para mostrarlos en una publicación aparentemente propia de quién envió las muestras. Esto podría explicarse en alguna medida cuando no se cuenta con la tecnología adecuada para procesar muestras en el propio país o se usa una tecnología complementaria a la realizada en casa, y para eso hay la figura de compra de servicios, pero no es justificable desde el punto de vista de desarrollo científico tecnológico para el Ecuador, cuando la supuesta investigación no se realiza con manos ecuatorianas. Una especie de ciencia off shore o en el peor de los casos biosaqueo.
Estas formas de publicación mal habidas descritas, podrían calificarse como un engaño público y a los supuestos investigadores como coautores de publicaciones parásito o ser parásitos de publicaciones. Que en definitiva provocan una desequilibrada y desleal competencia en los clasificadores universitarios y científicos.
Para demostrar estas formas cuasi fraudulentas de contabilizar publicaciones, al analizar las publicaciones aparecidas en la base de datos más popularmente usada para clasificar, Scopus y Scimago, las cifras muestran lo expuesto.
Ecuador está en el puesto 90 entre 239 países con 13.907 documentos según Scimago, aunque Scopus tiene una cifra mayor de 18.818 documentos. Nuestro índice de impacto de las publicaciones, es decir cuántas veces nos citan sucesivamente a los autores ecuatorianos es 137, comparado con Brasil por ejemplo que es de 489 y Estados Unidos que es de 2077. Entre los Latinoamericanos ocupamos el puesto 11 entre 48 países.
La producción científica ecuatoriana empieza a subir a partir del año 2006 en un 453 por ciento, declina algo en el 2018 y tristemente, la producción de artículos científicos nacionales representa el 0,034 por ciento del total mundial. Es decir hacemos poca ciencia y tenemos bajo impacto.
Es importante analizar las áreas de producción científica, pues esto refleja las fortalezas y debilidades que tenemos como país. Las áreas más productivas en trabajos científicos a la cabeza está la Agricultura, (13,5 por ciento) seguida de la Medicina (13,2 por ciento, las Ciencias de la Computación (10,8 por ciento, Ingenierías (8,6 por ciento), Ciencias Sociales (6,4 por ciento), Ambientales (6,3 por ciento), Bioquímica (5,2 por ciento), Física (5,1 por ciento), estudios de la Tierra (4 por ciento) y las Matemáticas (3,8 por ciento).
Normalmente en las publicaciones científicas se destacan dos posiciones dentro de los autores de un artículo: el primero que es quien habitualmente realiza la investigación y el último que usualmente es el cabeza de grupo de los investigadores. En el intermedio están todos los coautores que cumplen en la mayoría de casos actividades menos representativas o son parte del grupo de investigación y sus aportes son puntuales más o menos importantes.
Al analizar las publicaciones del Ecuador hay una problemática especial. Existen unas 12.899 publicaciones sobre el Ecuador es decir el 80 por ciento son de foráneos, mientras que las producidas en el Ecuador solo representan el 20 por ciento es decir 5.528 documentos. A quienes están en el ambiente investigativo esto es abrumadoramente llamativo, significa que los ecuatorianos no estudiamos a Ecuador, nos lo estudian.
Al evaluar la posición de los autores es preocupante ver que el autor extranjero que más estudia el Ecuador tiene 733 documentos a su haber y recién el autor ecuatoriano con más publicaciones ronda los 100 artículos y ocupa el puesto 600. Pero curiosamente, al analizar las instituciones ecuatorianas que más publican, justamente las que más autores extranjeros tiene como primeros firmantes o últimos firmantes son las que más número de documentos tienen. Esto es por tanto un engaño público, los coautores entonces estarían participando como parásitos de publicaciones o en publicaciones parásito. A parte de no investigar en el Ecuador, se contabilizan las coautorías como dato clasificadores, se tergiversa de esta manera la esencia del desarrollo científico: investigaciones propias, con datos propios y publicaciones propias.
Si se rectifica el análisis clasificador, excluyendo las publicaciones parásito el orden de clasificación de universidades se sincera. Parecería por tanto útil y urgente considerar de manera diferente las publicaciones al momento de medir el clasificador nacional. No es lo mismo publicar desde el Ecuador como primero o último firmante, que ser un coautor perdido en una maraña de coautores en que se refleja que la participación en la investigación es limitada o casi nula. Esto es fácilmente evaluable. Por tanto, en las acreditaciones de investigadores y de clasificación de instituciones universitarias se debería ponderar de manera más real y justa a la investigación y a los investigadores, más puntaje a los primero o últimos autores y menor a los intermedios, caso contrario se está auspiciando de manera oficial las publicaciones parásito y un auto consuelo de que la investigación ecuatoriana se ha incrementado.
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