Mi opinión
Trasplante hepático en Ecuador (2da parte)
Jueves, 17 de octubre de 2019, a las 13:01
Juan J. Suárez M. Medicina Interna-Hepatología. Profesor principal de Medicina-USFQ
Cuatro años después del inicio del Programa de Trasplante Hepático (TH) en el Hospital Metropolitano, en convenio también con las entidades públicas, otra institución privada de la ciudad de Guayaquil, el 'Hospital Luis Vernaza' de la Junta de Beneficencia, tomó la decisión de implementarlo, contando con un equipo médico cualificado. Fue acreditado y el primer TH se realizó el 28-enero de 2013 en esa ciudad. Es el único programa que ha continuado con éxito este procedimiento sin interrupción, seguro que por una mejor gestión de sus autoridades, aunque también pase apuros por el reconocimiento, transferencia y pago oportuno. Hasta la fecha han trasplantado a 77 pacientes con una sobrevida global del ochenta por ciento.
Se ha superado la barrera de los 200 TH (221 en realidad), a un promedio de 23 por año, casi 2 por mes en el Ecuador, sumados los 3 centros (uno cerrado y otro en suspenso), en nueve y medio años de vigencia. Deberíamos, a pesar de las dificultades, sentirnos todos orgullosos y trabajar para mantenerlo, ampliar el número de beneficiados, cubrir la demanda y mejorar los resultados. Ese debería ser el norte.
El TH de donante vivo que se inició con posterioridad, como manda el sentido común y la experiencia mundial, luego de consolidar el TH en adulto, está suspendido. Ningún programa vigente en el país lo ha implementado y entiendo que los pacientes pediátricos que lo necesitan, nuevamente tendrán que viajar, si es que pueden y vencer la tramitología, a realizarse el procedimiento en el extranjero, con mayores costes por los gastos logísticos añadidos. Es seguro que en esos países se exige el pago del coste del procedimiento completo y por anticipado.
Conozco que recientemente se ha acreditado un nuevo Programa de TH en el Hospital Teodoro Maldonado Carbo del IESS en Guayaquil y dos más en Cuenca, para adultos y niños en los Hospitales Vicente Corral Moscoso (MSP) y José Carrasco Arteaga (IESS), coincidiendo con el retorno de profesionales jóvenes con formación en Hepatología y Cirugía de TH.
Parece paradójico, que se hayan cerrado dos programas exitosos, que otro no funcione a plenitud y que con soberbia, yo diría con falta de conocimiento, se acrediten tres más (?). De todos modos, ojalá que si se inician, prosperen. En mi modesta opinión, los programas de TH en Quito y Guayaquil, incorporando al menos en uno de ellos el TH pediátrico y uno más en Cuenca, por distribución y facilidad geográfica serían suficientes y no justifican la acreditación de otros más. Ojalá prime alguna vez la eficiencia y el sentido común.
Hago un paréntesis relacionado para contar el incomprensible calvario que padecen los pacientes ya trasplantados, que con algunas excepciones, fueron casi todos referidos para su control y manejo posterior a los hospitales de alta complejidad del IESS y del MSP, sobre la entrega de la medicación inmunosupresora. El cambio frecuente en base a compras de copias y genéricos, ofertados y adquiridos en base a la famosa “subasta inversa” , ha producido casos reportados de toxicidad y en otros de signos de rechazo. Los inmunosupresores pertenecen a los medicamentos de “estrecho margen terapéutico” y las actuales guías de práctica clínica mundial recomiendan preferiblemente el uso de originales y mucha precaución en el cambio y uso de medicamentos que no tengan controles estrictos de bio-equivalencia y bio-disponibilidad comparable con los originales, controles que no se realizan acá.
Los pacientes han demostrado una solidaridad ciertamente encomiable, de prestar y compartir medicación por la insuficiente, retardada o falta de entrega de la misma. Se han visto obligados a interponer ante la Defensoría del Pueblo y la Corte Constitucional un recurso legal por la provisión completa, oportuna y de calidad de los medicamentos inmunosupresores. Ojalá sean escuchados y protegidos.
¿Cómo puede suceder esto? Entienden las autoridades e instituciones, que luego de todo el esfuerzo y gasto realizado, no se puede poner en riesgo el órgano trasplantado y más aún la vida de los pacientes?
Este relato complementa al escrito previo, ya publicado, de lo sucedido en Quito y hace justicia al esfuerzo de otra entidad privada, que contra viento y marea ha persistido y sobrevivido en el afán de ofrecer la única posibilidad terapéutica curativa.
Debe quedar entendido que este procedimiento tan complejo y ciertamente costoso se realiza para que los pacientes recuperen su vida personal, familiar y laboral, retribuyendo de esa forma el esfuerzo estatal.
También demuestra la formación de nuevos profesionales interesados en el TH y el interés legítimo de incursionar en esta tarea, pero que deberá ser sopesada con la verdadera necesidad y con un criterio eminentemente técnico de factibilidad, conveniencia, eficiencia y un número mínimo suficiente de TH en cada centro acreditado que garantice el éxito (“quien mucho abarca poco aprieta”) y hay normas internacionales que así lo establecen.
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