INVESTIGACIÓN INTERINSTITUCIONAL
Estudio determina nueva perspectiva sobre la nutrición en enfermedades cardiovasculares
Los carbohidratos simples serían la causa de un mayor riesgo de mortalidad cardiovascular
Viernes, 14 de septiembre de 2018, a las 10:27
Manuel Baldeón, coautor del estudio.
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Redacción. Quito
Las enfermedades cardiovasculares son la principal causa de muerte en el mundo, incluso en los países de ingresos medianos y bajos como Ecuador. La explicación oficial es que el consumo de grasas saturadas es un factor de riesgo para estas patologías. Según un estudio de la Organización Panamericana de Salud (OPS), en 2016 alrededor del 30 por ciento de la población adulta entre 40 y 69 años corría riesgo de algún tipo de enfermedad cardíaca. En el país,
este tema preocupa a la comunidad científica porque se ha convertido en un problema de salud pública.
Ante esta situación investigadores del Centro de Investigación Biomédica (Cenbio) de la Universidad UTE y la Fundación Oftalmológica de Santander de Colombia (Foscal) han realizado un nuevo estudio que reevalúa la nutrición como factor de riesgo para las enfermedades cardio-metabólicas y cuyos resultados propone una
nueva perspectiva sobre el papel de la nutrición en enfermedades cardiovasculares.
Según este estudio, varios meta-análisis y reportes del estudio PURE (Prospective Urban Rural Epidemiology) demuestran que el consumo de grasa total, saturada e insaturada, no se asoció con riesgo de infarto agudo de miocardio o mortalidad por enfermedad cardiovascular, sino que
fue la alta ingesta de carbohidratos la que se asoció con mayor riesgo de mortalidad total y cardiovascular, mientras que el consumo de grasa total o de sus diferentes tipos se asoció con menor mortalidad.
También se encontró que
un alto consumo de frutas, vegetales y legumbres se asoció con menor riesgo de mortalidad total y mortalidad no cardiovascular. Así como que el consumo de 100 g de leguminosas, dos o tres veces por semana contribuyó a mejorar las deficiencias de nutrientes contenidos en estos alimentos y está asociado con una disminución del riesgo de desarrollar enfermedades crónicas no transmisibles que la alta ingesta de carbohidratos simples se asoció a un mayor riesgo de mortalidad.
Para
Manuel Baldeón, director del Cenbio y coautor del estudio, este análisis permite tener una “nueva perspectiva” sobre el rol de la nutrición en enfermedades cardiovasculares porque los resultados demostraron que el
excesivo consumo de carbohidratos simples sería el causante de un mayor riesgo de infarto agudo de miocardio o mortalidad por enfermedad cardiovascular.
“
Esto no quiere decir que las personas pueden consumir grasas de manera indiscriminada, sino que parte de las recomendaciones de las guías de nutrición actuales deben ser reformuladas”, ha aclarado el investigador.
Por este motivo, los investigadores han concluido que una dieta equilibrada y variada sería la clave para reducir los riesgos de enfermedades cardiovasculares.
Esta debería estar compuesta con una adecuada proporción de carbohidratos complejos ricos en fibra (50-55 por ciento), grasa saturada e insaturada (25-30 por ciento), proteína animal y vegetal, incluidas las leguminosas (entre 15-25 por ciento), vitaminas, minerales y agua.
Además, han considerado que
las políticas públicas deberían tomar en cuenta esta nueva evidencia científica para promover programas de prevención primaria que contribuyan a disminuir la creciente prevalencia de las enfermedades cardiometabólicas, y que ayuden a coadyuvar en el tratamiento de estas enfermedades una vez establecidas.
Asimismo, han señalado que
es necesario la difusión de los beneficios de consumir leguminosas andinas que han sido tradicionales en los pueblos que habitan es esta región.
La dieta
Baldeón ha explicado que la diferencia entre carbohidratos complejos y simples es que los primeros se digieren en el colón, mientras que los segundos se digieren en la parte próxima del sistema digestivo. Por lo que, este tipo de carbohidratos son fibra que
se transforman en compuestos útiles para el ser humano.
Según Baldeón,
las frutas, vegetales y legumbres, en especial leguminosas, conforman este grupo de alimentos. Su consumo, además, permite un mejoramiento de la microbiota intestinal. Por ejemplo, 100 gramos de leguminosas (un puñado aproximadamente), dos o tres veces por semana, contribuiría a mejorar el estilo de vida y está asociado con una disminución del riesgo de desarrollar enfermedades crónicas no transmisibles.
En este sentido, ha recomendado que l
as personas tengan una dieta acorde a su peso, talla y actividad física. Por ejemplo, “un futbolista y un profesor universitario van a tener un consumo muy diferente de kilocalorías, pero la composición entre grasas, carbohidratos (simples y complejos) y proteínas siempre es la misma”, ha dicho.
El dato
Este estudio está basado en un
meta-análisis y reportes del estudio PURE, que evaluó el impacto de la composición de la dieta en ciertos factores de riesgo en más de 135.000 personas de 18 países de cinco continentes y de ingresos económicos altos, medianos y bajos, los cuales fueron monitoreados durante siete años en promedio.
Acceda al estudio completo en el siguiente enlace:
http://bit.ly/EstudioNutricion