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CELEBRANDO A LA MUJER
María Belén Mena: 'De la frustración nació la ira y ese día me comprometí con el cambio'
Está involucrada en proyectos de investigación y gestión universitaria
Miércoles, 08 de marzo de 2023, a las 14:28

María Belén Mena, directiva, docente e investigadora en la UCE.


Cristina Coello. Quito
El contexto directivo en el ámbito sanitario es altamente competitivo y aún de predominio masculino en nuestro país. Pero hay mujeres que han omitido esas barreras y hoy por hoy son protagonistas. Una de ellas, María Belén Mena, la primera mujer directora de la carrera de Medicina de la Universidad Central del Ecuador (UCE).
 
EDICIÓN MÉDICA ha conversado con esta madre, médica, investigadora, docente, sobre el avance y las barreras que aún enfrentan muchas, a propósito de la celebración del Día Internacional de la Mujer.
 
Mena, igual que otras, ha lidiado con el machismo y la discriminación. Y fue precisamente un episodio de misoginia, mientras cursaba la carrera de Medicina, la que le dio el gran impulso para vencer esos roles dados culturalmente.
 
¿Cree que una docente, una investigadora, nace o se hace? ¿Cuál fue su entorno?
 
Todos nacemos con potencialidad, con las capacidades biológicas, pero éstas para desarrollarse necesitan sin duda un medio ambiente favorable. Si hubiese nacido 100 años antes quizás no habría estado donde estoy. Si hubiese nacido en un país en donde las mujeres no tienen acceso a estudiar quizás no estaría donde estoy.  Definitivamente el medio, el entorno, condiciona el desarrollo de las potencialidades.
 
En mi caso debo remontarme a la niñez y la visión de una familia que nunca me puso taras, de que nada de lo que yo quisiera, fuera posible. Yo estudié en un colegio público de mujeres y en mi adolescencia nunca sentí que hubiera algo que yo no pudiera ser. Luego en la universidad pública sí enfrenté un montón de machismos y confrontamientos.
 
¿Cómo fueron esos episodios?
 
Yo siempre cuento que cuando estaba en segundo semestre un profesor me humilló en público. Me preguntó algo que yo sabía, pero no me dió tiempo de contestar. De pronto empezó a gritarme, de la nada. Me dijo que vuelva a casa a cocinar, que no servía para nada y que no les haga gastar dinero a mis padres. Eso me dijo delante de 120 compañeros, me quedé fría y me fui a llorar. Ese era el modus operandi de mis profesores en aquellos momentos.
 
Pero recuerdo que, de la frustración nació la ira, y entre lágrimas dije esto no puede seguir así, yo me tengo que graduar, ser profesional y ser profesora. Yo tengo que ser diferente. Ese día me comprometí conmigo misma, con el cambio y 20 años después han cambiado las cosas.
 
Luego, en sexto o séptimo semestre olvidé la mochila en el hospital y volví a recogerla y el profesor vino por detrás, quiso abrazarme y besarme. Estábamos solos, lo rechacé y le dije que tenga cuidado, pero yo reaccioné así porque tenía el respaldo de una familia que sabe defenderse. Yo veo que eso no pasa en otros hogares y mucha gente teme perder la materia frente a una situación similar.
 
Allí viene otra cosa y es que la gente confunde el coqueteo, con el acoso y eso es una forma de abuso que yo he tenido que vivir en la universidad, cada vez menos, pero todavía quedan resquicios.
 
También está la forma en que te tratan. Habitualmente me dicen de ‘cariño’ la niña, yo no sé si al decano o al rector le digan  "niño" también. Allí el tema es la figura, si es mujer es la señorita o la niña, pero si es hombre es el doctor y eso está estandarizado en la gente, que yo estimo son víctimas del sistema histórico y hay que romper eso. No es fácil, pero de a poco.
 
¿Qué mujeres han sido referentes en su carrera?
 
En primer lugar, mi mamá. Ella me ha hecho desafiar la clase de mamá que quiero ser. También están las mujeres, madres que quizás no son académicas, pero son gente tan comprometida con una causa y la responsabilidad social como Krutskaya Suárez, una líder juvenil que me animó a encontrar en la espiritualidad una fortaleza inalienable.
 
Luego en la universidad y en el ámbito de la salud pública me han impactado mujeres como Bertha Estrella, una de las investigadoras más reconocidas, a la vez sencilla, que trabaja como hormiga, e impacta en las personas.
 
¿Es compatible la maternidad con los puestos directivos? ¿Ha renunciado a algo por ello?
 
Creo que no es tanto lo que yo renuncié, sino, lo que yo puedo hacer dado que tengo una red de apoyo fabulosa. Tengo un compañero de vida, Fabián Sánchez,  con el que hacemos equipo, tengo paz porque tengo una pareja que está ahí, conmigo y con las niñas.
 
El mensaje de que no es posible ejercer plenamente todas mis facetas, entre ellas ser profesional y madre, es repetitivo. Pero, así como hay barreras, también hay facilitadores. Por ejemplo hombres como Alberto Narváez, que ha sido mi jefe directo casi toda la vida, ha respetado mis derechos, mi maternidad y ha estado ahí para alentarme desde lo profesional, entonces sí creo que estos hombres que están bien cuerdos también hacen incidencia.  
 
Por supuesto hay mujeres que no tienen esa realidad, a lo mejor están solas. También es cierto que muchas mujeres en el ámbito sanitario se limitan porque precisamente no tienen esas redes más cercanas, que a veces puede ser tu familia. Pero si no es posible hay que salir de esta idea de que soy una mala madre porque no estoy 8 horas al día con mi hijo. Debemos aprender a confiar en las personas que nos dan ese apoyo como la guardería, la mamá, la abuela y seguir junto a ellos, como  un modelo de mamá que trabaja, estudia y que también está en la casa y juega, cocina, lee, escribe artículos, investiga, debemos decir que  eso es posible, es compatible. Cada cual a su ritmo, disfrutando la faceta de vida que quiere.
 
Y desde las instituciones existimos mujeres que aportamos, procuramos reinsertar en el trabajo a una madre, buscamos facilidades de horarios, turnos, guardias, etc. Allí es de donde viene la equidad. No decimos que cumplan menos, sino de generar espacios compatibles.
 
¿Qué actitudes machistas son comunes en el ambiente sanitario – docente?
 
Creen que nuestra sensibilidad nos hace incapaces de hacer algunas cosas como, por ejemplo, negociar, o, cuando hay conflictos; como si no pudiésemos separar nuestras emociones de nuestras decisiones acertadas.
 
La otra es el trato desde una minimización a veces desde los colegas y otras desde las propias mujeres. Pensar que somos envidiosas entre nosotras son paradigmas que debemos ir rompiendo.
 
Con mucha frecuencia se asume que no vamos a trabajar igual porque tenemos otros roles adicionales en nuestros hogares. Creo que es un patrón y he visto mucho en los estudiantes. Por ejemplo, si una pareja se queda embarazada, ella es la que deja de estudiar y él es el que avanza. Si hay un posgrado, el que lo hace es de él, para que ella cuide a los hijos en vez de pensar en un cuidado compartido. Lo mismo ocurre con el cuidado de padres enfermos.
 
Incluso hay familias que les quitan el apoyo a las mujeres que se quedan embarazadas, pero a los varones les siguen dando soporte, es como un doble discurso.
 
Aún así, en la Facultad de Ciencias de la Salud las mujeres somos casi tres o cuatro a uno. Tenemos un 65 por ciento de mujeres en clases, pero muchas de ellas no hacen un posgrado, debería mantenerse ese patrón, pero no es así.
 
¿Esas diferencias también son marcadas en los puestos directivos?
 
En los posgrados en términos porcentuales hay más hombres que estudian en relación con las mujeres. Si en la universidad son las mujeres un 65 por ciento, en los servicios y gerencias de hospitales también deberían ser, pero eso no pasa.
 
En la universidad hay más profesoras, pero si uno contabiliza cuántas de ellas están a tiempo completo en relación con los hombres, en Medicina son más hombres. Yo misma soy la primera mujer en dirigir la carrera en 350 años y no es que no había mujeres capacitadas, pero no había la voluntad política y si además de ser mujer eres negra, pobre o indígena es más cuesta arriba.
 
Insisto, no solamente es el género sino las condiciones alrededor de la mujer. Tenemos mucho camino que recorrer todavía.
 
¿Qué tanto han avanzado las mujeres en estos puestos directivos?
 
En la facultad de ciencias médicas los puestos más remunerados históricamente han estado en manos de hombres. Pero hay muchos puestos de micro gestión no reconocidos: el jefe de cátedra, el coordinador de semestre, etc., que tienen cierta gestión y son mujeres trabajando para que el jefe hombre entregue el reporte.
 
Pero creo que los últimos años ha cambiado, hay que reconocer la gestión del doctor Fernando Sempertegui que abrió muchas puertas a mujeres en cargos directivos, por primera vez hay vicerrectoras, directora de investigaciones, directora de carrera, la primera directora de posgrado (Jessica Guarderas), etc.  
 
Sempertegui ha tenido una claridad de mirar las capacidades más allá del género y las ha potencializado, abrió la posibilidad de que muchas mujeres estudien el doctorado hay que destacar la gestión en términos de visibilizar y generar espacios de trabajo para mujeres.
 
 ¿Y cuál es su plan de trabajo, sus objetivos en este puesto como primera mujer en la dirección de la carrera?
 
Estamos rediseñando una propuesta de la carrera de Medicina hacia un horizonte al 2030. Tenemos una propuesta innovadora para mejorar la formación de los médicos y fortalecer su perfil de egreso, superando esta hipertrofia de ciertas asignaturas, la disgregación del conocimiento.
 
Lo segundo es dejar procesos administrativos y académicos. Estamos lanzándo en abril un curso de docencia universitaria, que busca mejorar también las competencias informáticas del docente. Queremos dejar institucionalizado que un buen médico puede ser un buen profesor.
 
También estamos haciendo una importante renovación y actualización de los laboratorios, sé que eso depende de terceros, pero estamos con eso en mente.
 
¿Desde su posición puede influir en que más mujeres se animen a involucrarse en estas carreras científicas?
 
Creo que el mensaje es a los padres. Si nosotros no nos despojamos de estos temores que generan desigualdad entre hombres y mujeres, inconscientemente se los estamos pasando a nuestros hijos.
 
Los seres humanos sí podemos tener roles biológicos específicos, pero tenemos potencialidades, capacidades y responsabilidades exactamente iguales.
 
Luego están los profesores, que se despojen de esta idea de que los hombres pueden hacer más trabajo que las mujeres. Los profesores de secundaria tienen un enorme desafío de inyectar sueños y vida para que las niñas pasen la barrera de los 14 años y no se embaracen  prematuramente,  estudien y sueñen en grande.
 
Luego, el Estado tiene la enorme responsabilidad de generar espacios y fuentes de empleo, así como opciones de educación. Si los chicos salen al desempleo, de qué sirve ser tan brillante, para qué le vendes un sueño a alguien que no va a poder tener como subsistir.
 
Hay diversos niveles responsabilidades y cosas compartidas, pero desde la universidad a seguir haciendo un trabajo para construir la sociedad en la que no se repitan estos modelos de abuso, de desigualdad.



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