Edición Médica

Byron Guillén, presidente de la Sociedad Ecuatoriana de Pediatría del Azuay.

Jonathan Veletanga. Quito
El virus del SARS-CoV-2, que provoca la COVID-19, ya es un agente comunitario en Ecuador y el mundo, por ello las personas deben aprender a convivir para no enfermarse gravemente o tener consecuencias en su salud a largo plazo, especialmente si son parte de los grupos vulnerables, como los pediátricos.   
 
En entrevista con EDICIÓN MÉDICA, el pediatra neonatólogo Byron Guillén, presidente de la Sociedad Ecuatoriana de Pediatría del Azuay, ha explicado que hoy en día la mayoría de personas ha adquirido “algo de inmunidad” frente al virus, ya sea por infección natural o vacunación, no obstante, debido a la dinámica de la pandemia (que se vacunó primero a los adultos, que el virus mutó rápidamente y que se le perdió el miedo a la enfermedad), muchos infantes quedaron rezagados de recibir una vacuna contra COVID-19 en nuestro país.
 
Esto ha causado que actualmente la población pediátrica tenga mayor riesgo de infección y, si bien no todos van a enfermar, “podríamos tener una vez más infecciones severas en niños no vacunados o infecciones asintomáticas que podrían dejar repercusiones a largo plazo”, ha afirmado.
 
Por ejemplo, ya existe evidencia científica que muestra que la infección por SARS-CoV-2 también está relacionada con el desarrollo de enfermedades metabólicas en población pediátrica.
 
Guillén ha señalado que recientemente, un estudio publicado en la revista JAMA señala que los niños tras infectarse con SARS-CoV-2, incrementan el riesgo de diabetes mellitus tipo 2. Esto se veía inicialmente en población adulta, pero ahora también es una realidad para la población pediátrica.
 
El estudio encontró que los niños que tuvieron COVID-19 tienen 1.5 veces más posibilidades (riesgo relativo) de tener diabetes tipo 2, en comparación a la población que no tuvo la infección. Este hallazgo además se replica para mayor riesgo de obesidad y sobrepeso.
 
Entonces, está claro que hay una asociación entre haber enfermado de COVID-19 y haber desarrollado estas enfermedades. Por lo tanto, se debe tomar conciencia de que la población pediátrica también puede tener repercusiones a largo plazo (Long COVID), pudiendo llegar hasta hospitalizaciones o patologías crónicas, ha agregado el galeno.
 
Este virus “no están banal como uno cree”, por ende, la recomendación principal es vacunar contra COVID-19 a los niños desde los 6 meses de edad para prevenir estas patologías y evitar repercusiones posteriores, ha enfatizado.
 
En este contexto, Guillén ha celebrado la iniciativa del Ministerio de Salud Pública (MSP) de haber incorporado la vacuna COVID-19 en el Programa Ampliado de Inmunizaciones y que se haya incluido como grupo prioritario a la población pediátrica, así como a las mujeres embarazadas. Esto está en el marco de las recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud (OMS).
 
Hay que recordar constantemente dos cosas: vacunar a las madres embarazadas es importante para proteger a la madre y a los niños que van a nacer (hasta los 6 meses de edad) y que los niños menores de 3 años deberían ser vacunados, especialmente si no han recibido ninguna dosis.
 
Los padres de familia deben comprender que el riesgo para sus hijos es latente y si hay la posibilidad de utilizar una herramienta como la vacuna que ayuda a evitar que tengan una enfermedad grave posterior, pues deben utilizarla. Actualmente la vacunación es “necesaria y segura”, ha insistido el especialista.

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