14 de las 20 enfermedades tropicales desatendidas afectan a pobladores ecuatorianos
El 36 porciento de población vive en la zona rural donde hay más riesgo por la falta de servicios
Manuel Calvopiña (UDLA) y José Daniel Sánchez (UI).
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Cristina Coello. Quito
Las
enfermedades tropicales desatendidas (ETD) tienen su Día Mundial, el 30 de enero. Se trata de un grupo de 20 que afectan principalmente a
comunidades empobrecidas y son causadas por diversos agentes patógenos, entre ellos virus, bacterias, parásitos, hongos y toxinas.
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS) estas enfermedades tienen consecuencias devastadoras en el ámbito social,
económico y sanitario. Y al ser prevalentes en
áreas tropicales, significa que alrededor del 55 por ciento de la población ecuatoriana está en
riesgo de contraerlas.
En el listado de la OMS están: úlcera de Buruli; enfermedad de
Chagas; dengue y chikungunya; dracunculosis; equinococosis;
trematodiasis de transmisión alimentaria; tripanosomiasis africana humana; leishmaniasis; lepra; filariasis linfática; micetoma, cromoblastomicosis y otras micosis profundas;
oncocercosis; rabia; sarna y otras ectoparasitosis; esquistosomiasis;
helmintiasis transmitidas por el suelo; envenenamiento por
mordeduras de serpiente; teniasis/
cisticercosis; tracoma, y
pian.
De todas ellas, por lo menos 14 están presentes en el
Ecuador, ha manifestado
Manuel Calvopiña, especialista en enfermedades infecciosas y
Medicina Tropical en entrevista con EDICIÓN MÉDICA.
El también investigador de la Universidad de las Américas (UDLA) ha advertido, además, que podrían aumentar a consecuencia del
calentamiento global ya que ciertos vectores, especialmente
mosquitos u otros artrópodos “están ascendiendo a zonas más altas. Y el ejemplo típico es el caso de Estados Unidos, donde su zona sur ya tiene casos autóctonos de
dengue”.
“El 55 por ciento de la población ecuatoriana vive en zonas tropicales lo que significa que están en riesgo de contraer cualquiera de estas enfermedades”, ha insistido el especialista.
Son olvidadas porque “los gobiernos no les dan atención”, pero también porque “la Academia no enseña Medicina Tropical. El mismo
personal de salud no conoce adecuadamente cómo diagnosticar, prevenir, tratar y controlar estas enfermedades”, ha opinado.
A decir de
José Daniel Sánchez, docente de microbiología y enfermedades infecciosas en la Universidad Indoamérica, también “estamos exportando (con los migrantes) enfermedades endémicas (como chagas)”.
El docente ha informado que hay algunas que están
reapareciendo “porque en el 2020, por el tema de la COVID se cortaron procesos” y se afectó a esa población vulnerable.
Pero Sánchez también advierte del círculo maligno donde la enfermedad mantiene en pobreza a esta población porque son procesos crónicos, de curación lenta, pueden causar discapacidad y por tanto impiden su actividad laboral pero además están directamente relacionadas con la educación pues niños con parasitosis no desarrollan en su entorno. En ese sentido ha recalcado la importancia de invertir en su
erradicación.
“En el Ecuador persisten dos cosas, el problema de
parasitosis transmitida por alimentos y suelo, y, los
vectores. El primero no solamente basta con la administración del medicamento sino de tener mejores condiciones de vida, y, el segundo, no solo es hospitalización, sino control de mosquitos”, ha recalcado el especialista en enfermedades infecciosas.
En esos aspectos ha sido enfático en la amenaza que representa la carencia de
agua segura, saneamiento básico, alimentación adecuada, etc., exponiendo a esta población a patógenos.
El dilema ético
Los dos expertos han increpado la falta de
nuevos fármacos para atender estas enfermedades e incluso, Sánchez, ha resaltado que el desarrollo de tratamientos “casi siempre tienen un origen
veterinario”.
Para la industria farmacéutica, “es más rentable invertir e investigar en enfermedades agudas (hipertensión, cáncer diabetes) que en algo que la población no va a poder pagar. Es un tema ético”, ha añadido.
“En nuestro país el tratamiento depende de cada enfermedad. Pero, por ejemplo, la
leishmaniasis se sigue tratando con
antimoniato de meglumina que es una droga descubierta hace 60 años y no se ha desarrollado un nuevo tratamiento porque la industria farmacéutica no le da atención o no invierte en estas enfermedades que son de los más pobres y por lo tanto no les genera ganancias”, ha insistido Calvopiña.
A eso se suma que los tratamientos tienen
efectos adversos, “son extremadamente tóxicos” y por lo tanto no generen adherencia al paciente, o no están disponibles en las zonas rurales donde son endémicas. Puede haber diagnóstico y tratamiento, pero no hay acceso.
Los dos han coincidido en que tampoco hay suficientes esfuerzos para desarrollar
vacunas contra parásitos. O, por otro lado, en el caso ecuatoriano, no se hace disponible la vacuna contra infecciones como el dengue, por ejemplo.
En definitiva, el
Día Mundial de estas ETD, para el microbiólogo es un “valde de agua fría porque nos hacer recordar que pareciera que es muy fácil un tratamiento de erradicación que puede costar entre 40 centavos de dólar a 1,50 y eso no se da”, por varios factores como la accesibilidad, por ejemplo.
Las mordeduras de serpiente
La zona rural, donde habita el 36 por ciento de la población ecuatoriana, enfrenta problemas como la falta de
suero antiofídico, para mordedura de serpiente. Su acceso es limitado en la zona tropical precisamente porque no hay posibilidades de mantener la cadena de frío que se requiere.
No obstante, Calvopiña ha recordado que, si no es administrado dentro de las 4 primeras horas tras la mordedura, derivan complicaciones como hemorragias, la muerte, o amputaciones de extremidades.
El control de las ETD
Para Sánchez “la
vigilancia epidemiológica, el control y búsqueda de casos sigue siendo un factor importante, porque de esa manera podemos detectar y tratar de manera correcta a ese grupo o persona en específico”.
“Quizá el momento inicial de la enfermedad pasó, pero
evitar las complicaciones es donde se debería intervenir. Yo pienso en un triángulo: el huésped, el microorganismo y el entorno. Allí analizo donde se puede cortar la cadena”, ha añadido.
Los dos investigadores también han recalcado que el control de estas enfermedades no son competencia de la entidad de salud, sino otros aspectos como el garantizar
entornos saludables, es decir que requieren el accionar de la misma población, así como de los gobiernos seccionales.
Ecuador ha eliminado solo la oncocercosis o "ceguera de los ríos" y se espera la certificación de la OPS (Organización Panamericana de la Salud) de haber eliminado el
pian.
“Ya se aprobaron (internacionalmente) vacunas para
malaria y dengue. Creemos que si autoridades vacunan se podría mejorar condiciones”, ha manifestado Calvopiña, para quien también es una opción la masiva administración de albendazol para las helmintiasis.
El docente de la UDLA finalmente ha hecho un llamado a los “jóvenes estudiantes y
médicos rurales a estudiar, aprender, leer sobre estas enfermedades y a trabajar por la comunidad, educar a los pobladores para prevenir y evitar el sufrimiento”.