RIESGO PARA LA SALUD
Los efectos de la contaminación por plomo se verán a largo plazo en los grupos más vulnerables
Exigen a las autoridades sanitarias controles rigurosos y permanentes
Hugo Navarrete, director de investigación de la PUCE, y Biviana Farinango, nutricionista del Hospital Eugenio Espejo.
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Jonathan Veletanga. Quito
La contaminación por metales tóxicos, como plomo, mercurio, cromo y cadmio en ciertos alimentos no es un problema nuevo en Ecuador, de hecho, un grupo de investigadores de la Pontificia Universidad Católica del Ecuador (PUCE) estudia este aspecto y su impacto en la salud pública desde hace más de 6 años. No obstante, la falta de capacidad y voluntad política han hecho que estas alertas sean tardías, poniendo en riesgo la salud de la población en general.
Este tema es una preocupación global desde hace mucho tiempo atrás, por ello “nosotros decidimos explorar (a través de estudios exploratorios)
qué pasa con los alimentos que se encuentran en los mercados de Quito”, ha comentado
Hugo Navarrete, director de investigación de la PUCE y Doctor en Ciencia Biológicas, en entrevista con EDICIÓN MÉDICA.
De esta manera, se han encontrado niveles de metales tóxicos que estaban por encima de los “niveles permitidos” en
tomates, zanahorias, lechugas, bananos, cacao, peces, entre otros productos alimentarios.
“Nosotros comenzamos hace 6 años, pero
evidentemente esta contaminación está hace décadas”, tanto en los productos cultivados como en los peces, ha asegurado Navarrete.
Los investigadores alertaron en su momento mediante sus publicaciones científicas sobre la presencia de estos metales venenosos, plomo, mercurio, cromo y cadmio, con la finalidad de tener un mejor control, sin embargo, las autoridades hicieron poco al respecto, por no decir nada, a pesar de que la mayor fuente de exposición a estos metales son los alimentos.
Si bien lo que ha sucedido en estas últimas semanas con las alertas de la canela contaminada con plomo es relevante para dar a conocer la problemática, también es necesario llamar la atención de las autoridades para que tomen los correctivos oportunos porque “
lo que tenemos en este momento es el resultado de la falta de control”.
“La ARCSA ha jugado un papel muy pobre en el control en general de los alimentos procesados… En esto nos queda debiendo”, dado que los controles rigurosos son factibles de realizar en el país, especialmente con el apoyo de las universidades, pero lamentablemente hace falta decisión política, ha considerado el científico.
Para
Biviana Farinango, nutricionista del Hospital de Especialidades Eugenio Espejo, la alerta de la ARCSA es sumamente preocupante porque evidencia la ausencia de controles, a pesar de que se conoce que la
contaminación por plomo es un problema desde hace muchos años.
Debido a que la ciudadanía no tiene la capacidad para identificar si un alimento tiene plomo u otro metal nocivo y a que estamos expuestos a esta contaminación a diario, la especialista ha recalcado la importancia de que las autoridades tomen las medidas de control adecuadas y que la ciudadanía adquiera
hábitos de autocuidado: higiene personal, tener cuidado en la compra de alimentos procesados, evitar alimentos de dudosa procedencia, estar atentos a las alertas sanitarias, entre otras.
“Hay que exigir a las autoridades que realicen controles rigurosos y de manera permanente, no solo cuando saltan las alertas” porque en este momento no se van a ver los efectos de la contaminación por plomo o cualquier otro metal tóxico, los efectos se verán a largo plazo en los grupos más vulnerables, especialmente
los niños que son el grupo más afectado, ha señalado.
En este contexto, ambos especialistas han precisado que la exposición a metales tóxicos tiene un
efecto devastador en el desarrollo de los infantes, tanto a nivel nervioso como metabólico, cardiovascular, intelectual, etc.
Por esta razón, los investigadores de la PUCE están preparando un nuevo estudio para realizar un
diagnóstico de la situación del envenenamiento por plomo, cadmio y mercurio en la población ecuatoriana.
Navarrete y Farinango han coincidido que es momento de actuar para garantizar a las nuevas generaciones una alimentación segura y reducir drásticamente la exposición a metales tóxicos.