Paciente lidió por 25 años con una infección fúngica crónica que deformó su mano
El caso fue presentado y publicado en la Revista Chilena de Dermatología
Ángel Guevara, Carla Rosero, Giovany Núñez, Noemí Chávez.
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Cristina Coello. Quito
Un agricultor de 53 años avanza en la recuperación de movilidad de su mano izquierda tras dos años de tratamiento y terapias en el
Hospital General Docente Calderón (HGDC), donde le diagnosticaron una infección crónica de la piel causada por hongos, una
cromoblastomicosis.
El hombre, procedente de
Puerto Quito, sufrió hace 25 años un corte con machete en el dorso de la mano. Con el uso de
hierbas nativas la herida cicatrizó, pero quedaron
lesiones que se fueron extendiendo al antebrazo y posteriormente causaron un aumento de tamaño de la mano que terminaron con la limitación en su movilidad y deformidad.
En entrevista con EDICION MÉDICA,
Carla Rosero, especialista en Dermatología y docente de la
Universidad Central del Ecuador (UCE), ha recordado que el paciente llegó al hospital con una lesión no diagnosticada, tras recibir múltiples tratamientos no dermatológicos y sin movilidad en su mano.
El servicio de
Dermatología y sus posgradistas tomaron acción a través de una
biopsia, pero era necesario realizar estudios complementarios ya que se presumía la
cromoblastomicosis, infección que requiere experticia clínica para tomarlo en cuenta durante el diagnóstico.
De allí que, para los profesionales del primer nivel “que están en constante contacto con pacientes, al identificar
lesiones verrucosas de mucho tiempo de evolución es importante hacer estudios más especializados como biopsia, el
histopatológico, cultivos, etc., para dar un tratamiento temprano y evitar secuelas”, ha declarado la especialista.
Aunque el paciente llegó tarde y esta infección no es común en nuestro medio, “fue el trabajo en conjunto que nos permitió dar un
diagnóstico clínico y mejorar su calidad de vida”, ha añadido Rosero.
Ángel Guevara del Instituto de Biomedicina, ha insistido en que “la clínica es importante y nos da una pauta para en el laboratorio identificar posibles microorganismos que hayan causado la infección. En este caso, es una de largo tiempo y puede que el agente causal primario se enmascare”, por lo cual eran necesarias las
pruebas moleculares que permitieron descartar agentes patológicos e identificar el real causante de la progresión de la enfermedad.
Giovany Núñez, patólogo clínico del HGDC ha explicado que para darle nombre y apellido al hongo se realiza un análisis microbiológico, se complementa con biología molecular y al saber el tipo de hongo se administra el
tratamiento específico, considerando que el paciente ya se había sometido a tratamientos caseros, cremas antifúngicas, sin mejoría.
Cabe aclarar que muchas de las patologías fúngicas no requieren biología molecular para su identificación, pero por el contexto clínico de este paciente fue necesario identificarlo de manera precisa.
Publicación científica
Por ser un caso poco frecuente, de
difícil diagnóstico ya que usualmente se presentan en la ruralidad, el servicio de Dermatología desarrolló su estudio que fue
publicado en la Revista Chilena de Dermatología.
Noemí Chávez, autora principal de la publicación ha reconocido que en el servicio cotidianamente se presentan muchas lesiones por lo que es necesario “estudiarlas y buscar todas las posibilidades de identificación de la enfermedad”, pero también ha reconocido que para descartar e identificar el patógeno “implicó trabajo y colaboración de varios servicios”.
“Si uno tiene una
red de apoyo, cuando se presentan estos casos y se tiene ganas de investigar y el apoyo de quienes tienen más experiencia se van plasmando estos estudios” en revistas científicas, ha insistido Chávez.
Por otro lado, la especialista ha dejado claro que esta patología es
poco reportada en el país, pero no quiere decir que no sea frecuente, más bien “no se atreven o no se dan el tiempo de plasmar el conocimiento, pero es mucho más fácil cuando se tiene esa red de apoyo”.
En ese sentido, Guevara también ha manifestado que los investigadores “están listos a colaborar” cuando se trata de nuevos profesionales interesados en dar diagnósticos adecuados y adicionalmente que los casos se conozcan, se reporten y se publiquen.
Con el trabajo colaborativo “gana no solo el paciente, si no también el
Ministerio de Salud, la
comunidad científica porque sí existe la capacidad de investigación”, ha concluido Guevara.